Se cumplieron 26 años del Oro en Fútbol de los CAC de Maracaibo’98
*Rafael Lastra Veracierto
De la mano de Lino Alonso (+), hace 26 años, el fútbol venezolano conquistó su segunda medalla de oro en los XVIII Juegos Centroamericanos y del Caribe.
La justa de 1998 se celebró en Maracaibo, una ciudad muy importante para Venezuela, pero que no destaca por su pasión por el balompié.
Sin embargo, los graderíos del estadio José Encarnación “Pachencho” Romero terminaron por enamorar no solo a los zulianos sino a todos los venezolanos para apoyar la gesta de 18 jóvenes, la gran mayoría apenas con sus primeros pasos en la primera división.
Solo uno de ellos estaba instalado en el extranjero: el guayanés Daniel “Cari Cari” Noriega que militaba en el Unión Santa Fe de la máxima categoría en Argentina.
Entrenador de origen gallego que se ganó el respeto de sus colegas suramericanos, Lino Alonso no dejó de recorrer el país (en autobús si era necesario) para manejar a un grupo amplio de jugadores en numerosos módulos de preparación. Entre ellos, concentró a la base de atletas del cuarto lugar en el campeonato Suramericano Sub 20 de 1997 en Chile.
Aunque la Federación aprobó un viaje para algunos encuentros amistosos en Guatemala, Alonso debió recurrir a cotejos con equipos locales, entre ellos el Caracas FC, y no renunciar a entrenamientos en campos no tan adecuados para una selección nacional Sub 21.
Se empeñó en trascender a lo físico, técnico y táctico. Siempre mantuvo la motivación del grupo. Su palabra se convirtió en el aliento fundamental de la plantilla, cuyos uniformes resaltaron por el mapa de Venezuela en el pecho de las camisetas. Los colores predominantes eran el amarillo y el azul. Todavía no había estallado el boom Vinotinto de Richard Páez.
Esa selección de Alonso estaba conformada por 18 jugadores:
Arqueros: Renny Vega y Javier Toyo
Defensas: José Ricardo Duno, William Pérez, Alexander Becerra y Jonathan Laurens.
Mediocampistas: Leopoldo “Paraguita” Jiménez, Leonel Vielma, Jorge “Zurdo” Rojas, Pedro Fernández, Jorge “Choco” Giraldo, Alexis “Pelecito” García y Reinaldo Melo.
Delanteros: Daniel “Cari Cari” Noriega, Christian “El Torito” Cásseres, Fernando “Chito” Martínez, Edwin Quilagury y Alexander “Pequeño” Rondón.
Asistente técnico: Miguel Vásquez
Médico: José Acuña
Psicólogo: Manuel Llorens
Utilero: Luis “Coquito” Santos
Coordinador: Napoleón Centeno
Presidente de la delegación: Serafín Boutureira
Fue una campaña admirable, con 29 goles a favor y cinco en contra, tras ganar seis encuentros seguidos. El último de ellos en la noche del 21 de agosto de 1998, en el estadio Pachencho Romero, que atrajo a más de 35 mil espectadores.
Era la primera vez que el aludido coso deportivo, vecino del “Luis Aparicio El Grande” (el de béisbol de las Águilas del Zulia), se mostraba a full capacidad en sus asientos. Ningún equipo de balompié profesional en esta ciudad lo había logrado.
En aquella fase de grupos, Venezuela goleó 7-0 a Barbados, 3-0 a Nicaragua y 3-1 a Trinidad y Tobago. En cuartos de final, humilló 8-1 a Nicaragua y superó 5-2 a Trinidad en semifinales.
El 21 de agosto de 1998, en la final contra México, hubo que sufrir, sobre todo por el gol en contra que anotó Emilio Mora en el minuto 65. Fue la única vez en todo el torneo que estuvieron abajo en el marcador.
No obstante, el equipo venezolano no se rindió para impulsar su épica dorada: Christian Cásseres al 78’ y Daniel “Cari Cari” Noriega en las fracciones 84’ y 93’ sellaron la victoria.
Habían transcurrido 16 años de la primera medalla de oro, conquistada por el fútbol en los Centroamericanos de La Habana (Cuba, 1982). Allá también se le ganó a México (1-0) el cotejo decisivo, bajo la dirección técnica de Manuel Plasencia.
La celebración del metal áureo en Maracaibo se hizo sentir en la pista atlética y gradas del Pachencho. Los jugadores fueron cargados en hombros por decenas de aficionados, mientras el alborozo se extendió a las avenidas Bella Vista y 72, respectivamente, de Maracaibo.
Estos jugadores pasaron a ser la base elegible para los posteriores procesos con la selección mayor que dirigieran el argentino José Omar “El Pato” Pastoriza (+) y Richard Páez.
Vamos, entonces, a rememorar los testimonios de algunos de héroes del oro centroamericano de 1998.
Formado como mediocampista de contención, José Ricardo Duno tuvo que ajustarse a las variantes planteadas por el DT Lino Alonso durante la justa de Maracaibo.
“Para mí no fue problema, porque confiaba mucho en Lino, quien nunca te hacía sentir aislado sino todo lo contrario: un integrante de una gran familia. Por eso, jugué de central a veces, me acuñé entre los centrales cuando me tocó; todo por conquistar el objetivo que era la medalla de oro”, dijo Duno, nacido en San Félix (Bolívar).
En este sentido, destacó las sesiones grupales e individuales con el psicólogo Llorens. “Allí, Lino estuvo en todas para apoyarnos, casi como un coaching, para hacernos sentir parte de esta gesta, para fortalecer el éxito deportivo. Para mí fue un logro demasiado importante para el fútbol venezolano”, afirmó quien luego disputara la Copa América en 1999 y la eliminatoria suramericana al Mundial de 2002.
Explicó que esa labor emocional se mantuvo, dado que el jugador venezolano de entonces tendía a la desconcentración y ello podía ser un elemento en contra. “Pero, más allá de eso, siempre hubo confianza en lo que seríamos capaces de hacer. Nos tuvimos fe en que podíamos ganar los partidos, en que resolveríamos frente a las adversidades”, indicó.
Para Duno, obtener la medalla de oro de esos juegos no es comparable con ningún título de liga en Venezuela, donde alcanzó tres con Minerven de El Callao, Nacional Táchira y Deportivo Táchira.
“Es incomparable, ese oro es un gran orgullo. Han venido otras generaciones y no lo han podido conseguir. Eso que hicimos como grupo en 1998, fue grandioso, porque fue para nuestro país”, apuntó el hoy presidente de la Fundación Cachamay, en Puerto Ordaz.
Era el único de los 18 jugadores de la plantilla que no había debutado en la primera división de Venezuela. Venía de ser campeón Sub 20 y luego en la categoría de plata, con Nueva Cádiz.
“Pero eso no me afectó, me incorporé al grupo con muchas ganas y si cierro los ojos hoy, te digo que fue maravilloso todo lo que ocurrió”, dijo quien hoy lleva adelante una fundación con su nombre en su natal Cumaná (Sucre).
A su juicio, el que Lino Alonso tomara el control de todo, resultó beneficioso para el grupo. “Lino era todo, un padre, un amigo, un maestro, siempre estuvo muy pendiente de cada uno y nos hizo entender que ganar el oro era una alegría que se merecía nuestro país”, agregó.
Rondón aseguró que esa solidez emocional que imprimió Alonso se fue trabajando desde los módulos de entrenamiento. “Lino no te aislaba, te decía las cosas que quería en la cancha, lograba sacarte lo mejor de ti, te mantenía el ánimo arriba y eso fue muy importante”, añadió quien en 2004 militó en el Sao Paulo de Brasil.
La convocatoria de tantos delanteros no supuso un obstáculo. “El Tigre Lino, nos fue rotando y aunque no estábamos acostumbrados, comprendimos que dio resultado en esa competencia”, puntualizó Rondón que vistió en 44 ocasiones la camiseta de la Vinotinto de mayores.
En aquella cita subcontinental anotó tres goles, además de convencerse de la hermandad con sus compañeros de posición. “Todos los delanteros eran unos cracks, comprometidos con la causa. Cari Cari jugaba en Argentina (Unión de Santa Fe) y aportó mucho. Pero, Chito (Fernando Martínez) marcó 4 goles, Cásseres también andaba bien y Quilagury no se quedó atrás”.
Cuando en aquella final la selección de México se adelantó en el tanteador, Rondón escuchó unas palabras alentadoras del psicólogo Llorens: “No hemos perdido la batalla, ahora es que hay que salir a ganar”.
“Lino también nos dijo en el camerino que el pueblo venezolano se merecía nuestro triunfo, que esa medalla de oro la íbamos a recordar por mucho tiempo y fíjate, no se ha podido materializar otra vez”, señaló.
En 2004, Leopoldo Jiménez estaba en el banquillo del Once Caldas que enfrentó al Porto FC en la final de la Copa Intercontinental en Tokio (Japón).
Pero, esa experiencia de ser el primer venezolano presente en los partidos entre los campeones de Europa y Suramérica no le nubla la vivencia de la medalla de oro en 1998.
“Lino Alonso lo hizo todo más fácil, con su sonrisa, con el buen ánimo, con esa cercanía para escucharte y recordándonos que el triunfo era para el pueblo venezolano, que se lo merecía”, rememoró el hijo de Andrés “El Paragua” Jiménez, mítico arquero del Galicia en los años 70.
Nacido en Caracas en 1978, este mediocampista ahora es entrenador de la Sub 15 del Orlando City de la Major League Soccer, en Estados Unidos de América.
“Aquellos juegos Centroamericanos siempre te dan el recuerdo de Venezuela, de lo que fuimos capaces de hacer en un grupo muy unido dentro y fuera de las cancha”, reflexionó quien para ese certamen había debutado en la primera división con el Deportivo Chacao, bajo la égida del 10 eterno de la Vinotinto, Luis Mendoza (+).
Al calificar de “gratificante y especial” la experiencia de Maracaibo, Jiménez reivindicó el performance en el Suramericano Sub 20 de 1997 en Chile.
A ellos, en Zulia se les sumó Renny Vega, Jonathan Laurens, Leonel Vielma y Alexander “Pequeño” Rondón. “Así, el grupo fue más fuerte, compacto y dispuesto a salir adelante”, indicó.
“Ser campeón en un torneo con tu selección siempre es top. Es una de las mejores experiencias de mi carrera, aunque algunos menosprecien que fue contra equipos del Caribe”, sostuvo Jiménez, que subrayó que México y Costa Rica eran los favoritos de la contienda.
Daniel “Cari Cari” Noriega
Un mes antes de iniciar aquellos juegos centroamericanos, el ariete Daniel “Cari Cari” Noriega estaba recién incorporado al Unión Santa Fe de Argentina, su segundo club internacional luego del Rayo Vallecano (España).
Los directivos del equipo gaucho miraban con recelo su participación en Maracaibo. Pero las gestiones se facilitaron con la promesa del DT Lino Alonso. “El profe los convenció de que no me iba a poner en todos los partidos, que me iba a cuidar”, reveló el nativo de Ciudad Bolívar.
Salido de la cantera de Mineros de Guayana, Noriega destacó la armonía, la rapidez, la fuerza y la inteligencia que sobresalían del conjunto de delanteros convocados.
“Lino Alonso apostó mucho por nosotros, sabía lo que cada quien podía dar y el que jugaba lo hacía lo mejor posible. Él nos turnaba, no había titulares fijos y así llevaba a la gran familia que éramos todos”, evocó quien disputó 39 partidos con la Vinotinto absoluta.
Desde su percepción, el trabajo de Alonso no solo los mantuvo unidos sino que los consagró como personas de mayor humanidad.
Por supuesto que el doblete en la victoria 3-1 contra México ocupa un sitial en su vida. “Fui lindo, pero lo más importante es que ganamos esa medalla de oro en un momento que pocos creían y así demostramos que el fútbol venezolano también podía alcanzar metas con mucho compromiso y sacrificio”, acotó Noriega, actualmente dedicado a la formación de niños y adolescentes en barriadas de Ciudad Guayana.
*Periodista y colaborador de la Fundación Venezuela Fútbol Historia