La Culpa no fue de Bacca sino mía
*La verdadera historia en Venezuela del mundialista colombiano, a quien me traje de “ñapa” a Minerven, cuando era sólo el “hijo del pescador”, cargado de sueños.
Prólogo: Hoy hacemos, luego de seis años de este reportaje, una renovación, con el título del best seller latinoamericano, “La culpa es de la vaca”, un texto reflexivo sobre los valores de la vida diaria, obra de los compiladores Jaime Lopera y María Bernal.
Considerado en su momento la mejor inversión del fútbol español, por su rentabilidad ante las redes rivales, mientras militó en el Sevilla, que lo cedió al Milán, el delantero colombiano Carlos Bacca, actualmente en el ibérico Villarreal, carta de su país con la selección mundialista de Colombia, tuvo en Venezuela su primera gran prueba de fuego.
Por el año 2007, Bacca era una incipiente figura de la cantera del Atlético Junior. Actuaba en la sucursal Barranquilla FC, donde bajo los consejos del técnico Alex de Alba y el serbio Petar Kosanovic, insinuaba dotes de goleador, insuficientes para impresionar al primer equipo. Teófilo Gutiérrez, era la gran baza “tiburona” en el ataque, y junto a él, otros delanteros impedían el ascenso de un joven cargado de sueños, de la población marítima de Puerto Colombia.
Venezuela se asomó como una posibilidad, cuando emisarios de este país, -representados por mí como simple puente, nunca en plan de empresario- , se interesaron por algunos valores neogranadinos. Minerven, una escuadra que había hecho historia en la Copa Libertadores, llegando incluso a alcanzar los cuartos de final en la década de los ochenta, para luego desaparecer del escenario futbolístico, estaba de vuelta.
La motivación de la Copa América de 2007, propició la reaparición del ilustre equipo de la ciudad de Puerto Ordaz, donde compartía plaza con Mineros de Guayana. El otrora “ballet azul” venezolano comenzó a hacer los deberes desde la segunda división y vio con buenos ojos armarse con refuerzos colombianos.
Así fue como se generó el contacto con la gente del Barranquilla FC. Claro, en la oferta estaban el volante Luis Coronel y el atacante Freddys Arrieta. La agenda la completaba el defensor Jorge Amara con pasado juniorista. Bacca no figuraba ni remotamente en los planes.
ESPERANZAS E ILUSIONES
“Llévate a ese ´pelao´ que tiene hambre, y aquí en Junior no va a jugar por ahora”, me insinuó el serbio Kosanovic, luego de un entrenamiento en el Estadio Metropolitano, al que había asistido quien escribe para auscultar el material que interesaba a Minervén. Por otra parte, Arrieta tenía expectativas de ir a la primera división de Ecuador, y su traslado a Venezuela estaba condicionado por aquella mejor opción.
El Bacca que conocí junto a Coronel, al final del entrenamiento, sudoroso y con los ojos brillantes, se me presentaba con los rasgos típicos del muchacho cargado de esperanzas e ilusiones. Había marcado dos goles en la práctica, ambos en una carrera rauda hacia el arco rival, pujando con el último aliento de la calurosa tarde barranquillera.
Sentí que no iba a cumplir el cometido de llevar a Arrieta –quien poco después terminaría viniendo al Zulia FC-, fallando en mi propósito. Me tocaría argumentar la excusa para los directivos de Minerven. “No va Arrieta pero me ofrecieron a un “chamo” que es una apuesta a futuro y además sale económico”, alcance a explicar sin convencer mucho a mis interlocutores.
Amara y Coronel vinieron con sueldos decentes, pero Bacca vendría de “ñapa” con un salario bajo que le había colocado la misma gente del Barranquilla FC, para que no complicara las cosas cuando regresara de su experiencia en Venezuela. Un 15 de diciembre de 2007 se aparecieron los tres jugadores, listos para la pretemporada de Minervén, dejando la guacherna costeña de Navidad y Fin de Año. No era fácil para nadie pasar esa época lejos de su familia.
La solidaridad de la Nochebuena tuvo a Amara, Coronel y Bacca sentados en la mesa, con mi mujer y mis hijos, en la industrial Puerto Ordaz. Todos los directivos se habían ido de asueto, y yo me sentía comprometido con aquellos jugadores abatidos por la tristeza de no estar en su tierra.
El 31 de diciembre no fueron a mi casa. Prefirieron acostarse temprano y no esperar los cohetes del Año Nuevo en aquel país extraño, en el que no escuchaban vallenatos a todo volumen ni podían departir con sus amigos unas cervezas “Águila” bien frías.
El 2 de enero comenzaron a mitigar su tristeza con la pretemporada bajo el mando del joven técnico José Hernández, que quedó gratamente impresionado por la respuesta de los tres colombianos ante las exigencias de la preparación. 20 días después, debutaba Minerven en un inicio con poca fortuna. Amara imponía presencia en el fondo y Coronel hacia de 8 y tenía sutilezas, pero no era suficiente. Bacca se movía por todo el frente sin mucha efectividad.
LA TARDE FATAL
La quinta fecha del torneo Clausura de la segunda división, fue el gran punto de quiebra en la carrera de Bacca en Venezuela. Minerven perdió en casa 4 x 3 ante el Zulia. Amara fue expulsado y Bacca se tragó goles cantados de manera increíble.
“Multen a Amara con la mitad del sueldo y a Bacca me lo montan mañana en el primer autobús que salga para Colombia”, expresó a viva voz un enardecido Luciano Chávez, presidente del equipo. Debo confesar que me sentí culpable en aquel momento. Sin embargo, una hora después del juego el técnico Hernández conversaba conmigo y asumía una admirable como riesgosa posición. “Bacca no se va, primero me voy yo. Ese chamo trabaja como nadie. El día que explote va a ser el goleador que estamos esperando”, me tranquilizó.
Desafiando la autoridad del presidente, Hernández siguió puliendo y aupando a Bacca. Una semana después marcaba tres goles en el estadio Olímpico de Caracas ante el equipo de la Universidad Central de Venezuela. Comenzó su carrera indetenible ante los pórticos rivales, dejando una marca de 13 goles, convirtiéndose en el máximo realizador del Torneo Clausura de la segunda división.
“La camiseta de Bacca es mía”, me encaró un emocionado presidente del equipo cuando Minerven logró en mayo del 2008, el objetivo del ascenso a la categoría de honor del fútbol venezolano. Sí señor… El mismo que lo había mandado a echar y que como buen español de origen canario, futbolero apasionado hasta la médula, conoce de las ejecutorias de aquel “pelao” que lo sacó de quicio en una tarde terrible, que pudo haber marcado su final canalla en Venezuela.
“Hagan el negocio por Bacca para que siga en Venezuela y juegue en primera división. Ese jugador es el próximo Falcao de Colombia, y creo que tiene más fuerza porque creció en frente al mar comiendo pescao. Falcao es más bogotano y argentino que costeño”, les expresé convencido en una mesa directiva.
Atlético Junior había hecho seguimiento a su performance en Venezuela, pero aún no estaba seguro de que podía ser al futuro botín de oro del fútbol colombiano. Pidieron 25 mil dólares por un año de préstamo incluido Coronel, y 200 mil dólares por opción de compra de Bacca. Minerven pensó que era mucho pagar tanto por un jugador que llegó de “ñapa”.
Lo que se perdieron, mis entrañables amigos dirigentes, con escasa escasa visión en ese momento. Ahí creo se abortó la segunda versión de un equipo que murió dos veces…
Y lo que me perdí, yo, el culpable de haberlo traído… Por no haber sido empresario…
Estaría en mi apartamento de playa en Cancún, y no frente a la máquina, pinchando teclas, o ante un micrófono buscando clientes, intentando sobrevivir.
Pero, la felicidad que siento al hacer las cosas que me apasionan, llena mi mundo y no tiene precio.
Carlos Dikson Perez
carlosdicksonperez@gmail.com