El » Indio» Clemente Ortega, Un Jugador Uruguayo de Altos quilates
El «Indio Clemente» Ortega fue un Protagonista del Futbol Suramericano, jugo en Colombia en la época de Oro y en Ecuador, fue un central Uruguayo que recalo en Venezuela llego precedido de muy buen cartel, jugo con el Dos caminos , el Español y el Litoral donde se retiro y paso a ser el DT, dirigió en el Profesional del Banco Agrícola, Pecuario y el Litoral. Igualmente fue DT del Loyola y la selección del DF a quienes los hizo campeón en 1966, vale la pena señalar que el Indio Clemente es quien descubre al talentoso Luis Mendoza y lo lleva al Futbol Profesional donde dirigió entre otros al «Cholo» Tovar uno de los mejores jugadores de la época, fue uno de los primeros Uruguayos en llegar al país conjuntamente con Otero que vino a la Salle, fue un personaje muy querido y apreciado en el Fútbol Nacional y en Caracas, estuvo por muchos años como entrenador del Loyola FC, departió su sabiduría como formador y por sus equipos pasaron figuras importantes que fueron selección de DF y la selección Nacional, queremos dejar una serie de testimonios de jugadores que fueron dirigidos por el y que le rinden un homenaje con sus recordatorios y anécdotas
Nació en Tacuarembó, Uruguay desarrolló su etapa de formación y desarrollo futbolístico hasta hacerse profesional en su país natal y en la época de oro del fútbol colombiano fue contratado para jugar en el Huracán de Medellín en la época de Di Stefano, Pedernera, Rossi, Cabillón etc. se casó con Carmen una colombiana y tuvieron tres hijos dos varones y una hembra.
En el año 1951 se fue a jugar al Ecuador con el equipo Sport Patria de Guayaquil que quedó subcampeón ese año.
Una anécdota de su estadía allá fue que en una feria para recaudar fondos él se ofreció a boxear y le fracturaron el tabique.
Clemente “El Indio Ortega”, arribo a Venezuela a principios de 1950 empezó a jugar con el Dos Caminos, mi primer contacto con él fue en 1960 que jugué tres partidos con el Deportivo Vasco en la Liga Mayor y uno de esos partidos fue contra el Banco Agrícola y Pecuario donde Clemente era Entrenador y Jugador con bastantes años encima y una de mis frustraciones fue que durante todo el partido no fui capaz de quitarle el balón y en mi interior pensaba que ese viejo (yo tenía 18 años) me vacilara tan fácil. Después fue mi entrenador y gran amigo desde 1963 hasta su muerte.
Clemente se incorporó como entrenador del LOYOLA SC en 1962 y se encargó de los equipos de todas las categorías desde infantiles hasta primera, en los primeros años en primera el tenía también ficha de jugador.
Yo fui muy amigo de él desde que lo conocí hasta que murió siempre lo recogía junto con Luis Ghersi para ir a los partidos y recuerdo que en su casa tenía muchos álbumes de recortes de periódicos con sus andanzas por Uruguay, Colombia, Ecuador y Venezuela.
Creo que este homenaje a Clemente lo tiene más que merecido porque el fue un gran jugador y activo hasta los cuarenta y de los mejores en venir a Venezuela después fue un grandísimo entrenador desde equipos profesionales hasta infantiles y por último una gran persona en todos los sentidos.
Leopoldo Strauss
Jugador del Loyola del 60/70
El “Indio” Clemente como se le decía .cuantos recuerdos, recuerdo que me decía «carrasquito»»porque yo viví en Carrasco, Montevideo, URUGUAY de donde era oriundo .
En la tribuna del colegio antes de bajar las escaleras al camerino me tenía una marca de chequeo de altura que me decía era lo único que me faltaba, después vi que no era lo único, pero casi .Esa marca la seguía viendo hasta que la demolieron con todo y tribuna.
Mis recuerdos y admiración por el Indio Clemente!!
Eduardo Leon
Me piden exponer algo sobre el “Indio” Clemente Ortega mi entrenador de fútbol en mi juventud. Ha pasado tanto tiempo que vale la pena aclarar que el futbol que se practicaba en aquellos años era bastante diferente al que se practica hoy. Los aspectos técnicos, estratégicos y físicos que ahora existen no eran parte de la práctica futbolera en aquellos tiempos, más aún que el nuestro era un deporte amateur, un fútbol colegial donde el ansia de ganar no era tan sustancial como es hoy y el fútbol era parte de la educación del individuo, convivía conjuntamente con los valores propios de una educación sana. En ese ambiente de competencia amistosa y deportiva fue que el Indio Clemente nos entrenaba en el club Loyola, siempre con una sonrisa, siempre cordial, exigente pero con una gran cantidad de afecto por delante. Lo primero que se viene a mi mente al hablar del trabajo de Clemente fue su responsabilidad, yo no recuerdo que haya faltado ni a una sola práctica ni a un solo partido, jamás, siempre estuvo presente, siempre atento a cada equipo, a cada jugador, hay que destacar que él llevaba el entrenamiento de varios equipos, el infantil A, el juvenil, la primera, la segunda y la cuarta, viéndolo ahora me doy cuenta que su dedicación al Loyola fue de muchísimo valor y que su aporte fue enorme. Los entrenamientos eran sencillos, primero la parte física, darle vueltas al campo y algunos ejercicios de calentamiento, después un partido donde él estaba dentro del campo organizando y dando instrucciones tanto técnicas como de organización en la cancha, no había mucho más que eso, no había pizarrón ni reuniones en camerino, ni estrategias, ni mayor análisis del contrario, cosas que hoy son usuales. Los partidos se jugaban más desde la mística y el sentido de equipo que desde la planificación estratégica y la perfección técnica. En ese sentido, la participación de Clemente fue fundamental porque siempre jugó el papel de jefe mayor pero sin levantar la voz, sin malas actitudes, siempre se ocupó de transmitir las órdenes sin romper la armonía del equipo, era el entrenador pero también era el amigo, amigo de todos, del que era estrella y del que no lo era tanto. Nunca, en tanto tiempo y con tantos equipos, vi que el Indio tuviera algún mal momento con alguien, siempre mostró la cara buena del deporte, la sonrisa y la alegría, el esfuerzo y el trabajo pero disfrutando de la camaradería y la amistad, si se perdíó un partido, se perdió, seguimos adelante, martes y jueves a la práctica de nuevo. Los jugadores del Loyola tuvimos la suerte de contar con el Indio Clemente Ortega como entrenador y como amigo, aprendimos a tocar el balón y a disfrutar la alegría del fútbol. Gracias Indio, fue un gusto.
Gustavo Maggi
El indio Clemente, muy inteligente en su estrategia de dirigir nuestros encuentros, llegó al colegio en un momento preciso ya que los curas necesitaban de un entrenador, fue el que me puso el apodo de «Pimienta», logramos varios campeonatos con el al frente, buena gente y amigo.
Domingo Delgado, extremo izquierdo. Loyola 60-70.
Figura emblemática para muchos de nosotros en el Loyola que desde muy temprana edad influyo en nuestra formación, no necesariamente como atletas, pero si muy místicamente, en el sentir profundo del balompie.
Algunas instancias de nuestra relación con el Indio, recuerdo como en la incipiente carrera futbolística en el Infantil C, Clemente se apareció con un termo de café negro tinto. Nos lo daba durante el medio tiempo; aquello era cuestión de adultos…café negro tinto a temprana edad…único.
Reiterando el enfoque de equipo humano y no el de la táctica, aprendizaje de fintas, como pegarle al balón…empalmándolo con el empeine, de chanfle o tres dedos, lo importante era la mística de equipo y grupo. Esto, quisiera pensar, enfatizado por la jerarquía administrativa Jesuita, eterna apasionada del deporte Rey.
Cuando el Gigante del Rio de La Plata hablaba, poníamos atención. En lo particular recuerdo dos instancias que me proporcionaban especial calidez: cuando al final de un entrenamiento, martes o jueves, nos reunía en un círculo y decía, si recuerdo bien, “el que la deje caer es una pupusa” o algo por el estilo. La otra y de mayor impacto, cuando algún sábado jugábamos entre los varios equipos del Loyola, informalmente y mezclados, tiempos de 20 o 30 minutos, donde el Indio participaba. El gigante siempre como central y disparos a puerta “distintos” desde el punto de vista futbolístico.
Desde lo personal, involuntariamente no participé en las selecciones del Infantil B ni el A. Sí lo hice en el juvenil y en Primera con fenómenos como Salinas, Guzmán y otros, mucho mayores que yo pero admirados por mí indiscriminadamente. El Indio me llamaba para los partidos de Primera con el lujo asombroso que teníamos masajista para prepararnos para salir a la cancha! ¡No es poca cosa!
Lo que sí es cierto, es que el Indio Clemente está fuertemente arraigado en nuestras vidas de “futbolistas”; una distinción que estoy seguro, muchos de nosotros recordamos con gran cariño y nostalgia. Gracias por estar allí, ídolo!
Ernesto Blanco Olivo, mediocampista, Loyola 60-70.
El indio Clemente era un entrenador con una visión humana especial , inherente a su personalidad y bonhomía natural. Me hacía mucha gracia cuando quería hacer ver que estaba molesto y no podía disimular, y al final terminaba riéndose.
Era muy dado a los sobrenombres y nos contagiaba con ese coraje por hacer buen futbol y por ganar . Su amor por el Loyola se le salía por los poros y a eso probablemente se debió su éxito y el ser muy querido en el ambiente del fútbol nacional. Aprendí mucho y no sólo de futbol, con sus consejos.
Gustavo Anzola, delantero. Loyola 60-70
DESDE TACUAREMBO HASTA EL LOYOLA
Nació en Tacuarembó, un pequeño pueblo del Uruguay. Se hizo futbolista muy pronto y, me parece, llegó a formar parte de la selección nacional de su país. Emigró a Colombia, cuando su fútbol vivía muy buenos momentos. Creo que antes había estado en Ecuador y, aunque no sé mucho de sus andanzas en las canchas de por allá, tengo presente la anécdota de haberse subido, por razones benéficas, a un ring de boxeo y que su contrincante le fracturó la nariz.
A comienzos de la ´década de los cincuenta viajó a Venezuela y se desempeño en varios clubes de nuestra liga profesional. Ignoro las carambolas que tuvieron que darse para que más tarde se apareciera en el Loyola, equipo en el que jugo durante algunas temporadas, en plan de amateur. Siempre me asombró que ese hombre tan corpulento, estereotipo de un defensa rudo, apenas capaz de chocar con el contrario y darle un patadón a la pelota para despejar el área, mostrara los rasgos de un jugador fino, de esos que tratan bien el balón y llevan en sus botines el talento para saber sorprender al rival. Doy constancia de ello por que lo vi mil veces en la cancha e incluso, siendo yo juvenil, llegué a compartirla con él una o dos temporadas, con la primera categoría.
Ya retirado, como futbolista paso a ser entrenador, teniendo a su cargo diversas categorías del Loyola. En esa condición lo tuve unos cuantos años y no se cuántos campeonatos. Más que asimilar con él acerca de estrategias y técnicas, aprendí de su inteligencia, de su bondad y de su sentido del humor. He conocido pocas personas que hayan transmitido tan sabiamente el sentido de la disciplina, en clave “sin querer queriendo”, como él lo hizo con nosotros en el terreno de juego.
Tuve el honor, el placer, y la fortuna de conocerlo. Con él corroboré que la vida también ocurre sobre las alfombras verdes del fútbol. una creencia que tengo desde cuando era niño,
¡ Gracias por tantas cosas, querido Indio Clemente Ortega ¡
3 de julio de 2021
Ignacio Avalos Gutierrez
Consejo Editorial
VenezuelaFutbol