Antonio “Toño” Marcano: testimonio de 36 años jugando el Torneo Ibérico
El Torneo Ibérico, después de 36 años seguidos jugando, me mandan a resumir mi experiencia. Es prácticamente imposible. Yo creo que ni los directivos duraron tanto. El Torneo Ibérico, para mí, es el mejor torneo amateur de Venezuela, donde el campeonato distrital con excelentes jugadores de 16 o 18 equipos, se reducía 8 equipos y se reforzaban con los jugadores que quedaban fuera. Hubo una época, inclusive, que permitieron el fichaje de tres profesionales, de los cuales dos podían permanecer en cancha. El torneo tenía una calidad impresionante. Esos equipos, si necesitaban más refuerzos, los fichaban. Los fichaban nada más por ese torneo. Y por supuesto, había una calidad futbolística tremenda. De los escenarios en esa época donde jugué, me recuerdo del Universitario, el Olímpico. Fue una de las inauguraciones más bonitas que he visto. Hubo bailes folklóricos de cada uno de los equipos del Ibérico; la madrina llegó en un helicóptero. Luego, aparte de eso, estuvimos en el estadio nacional al principio, que después empezó a llamarse Brígido Iriarte. En el Don Bosco también jugamos, en el campo del Fray Luis, actualmente La Guacamaya, y en la mejor época creo yo, cuando jugábamos en el Loyola, donde está ahora el Centro Comercial San Ignacio. Esos escenarios se llenaban de público todo el tiempo. Jugué en muchos equipos y de seguro se me van a olvidar algunos. Pero de los que recuerdo, el Pontevedra, porque tengo una anécdota especialmente con ese equipo. Jugué en el Compostela de mi gran amigo Chacho; en el Coruñés, creo que el mejor equipo junto con el Bimbo. Jugué en el Araguaney, en el Muebles Guayana, Don Bosco, Pedagógico, Unicasa, Cristo Rey y seguramente se me están olvidando algunos otros. Intenté en varias reuniones, que me recuerdo eran en la Hermandad Gallega, a ver si podía colocar a La Salle, pero una de las trabas que me ponían era que eran equipos de fútbol de la península Ibérica. La realidad era que como teníamos tan mala fama, éramos muy peleones y ellos no nos querían. Además, si entrábamos con el equipo que teníamos era posible que arrasáramos allí, porque de los 11 titulares, por lo menos 9 o 10 íbamos a reforzar el Ibérico. La Salle, en la época de los años 60 y 70, era un superequipo y por eso, nos llamaban para reforzar a los equipos del Ibérico. Con respecto a las anécdotas, tengo muchas. En un equipo, me recuerdo que habían arreglado un partido y yo me enteré en el medio de la cancha. Me recuerdo que me quedé pensando cómo habían arreglado el partido. En eso, me llegó la pelota al pié, la levanté y la tiré fuera del estadio nacional Brígido Iriarte. Y seguí pensando, me volvió a llegar otra pelota nueva. La agarré y la tiré fuera, y salí caminando de la cancha. Habían arreglado un partido para clasificar nosotros y para que quedara goleador otra persona del otro equipo. Por supuesto, me fui, nunca más volví a jugar con ese equipo, a pesar de que me fueron a buscar al siguiente año. Después, en todos esos equipos que estuve jugando, recuerdo que con el Coruñés teníamos un equipazo que quedaba campeón fácil. Nos tocó jugar la final contra el Galicia, que tenía también un excelente equipo. Me recuerdo que como a los 10 minutos de partido, Omar, un mediocampista uruguayo, un excelente jugador, se le tiró a los pies al contrario, lo barre, pero fue primero a la pelota y el árbitro lo ha botado. Y yo voy a reclamarle porque ni foul había sido y me botó a mí también. Recuerdo que Omar Bagnoli, que jugaba de puntero y era un jugadorazo, le daban tanto que me daba lástima. Él se paraba y continuaba jugando. Y lo mejor de todo, lo peor para el contrario, era que siempre mataba la partida. En la final que perdimos con ese Galicia nos quedamos jugando con 9; ya me habían botado a mí. Nos hacen el gol como a la media hora del segundo tiempo. Fue un golazo, un cañonazo de un puntero que jugaba en el Galicia profesional: metió la pelota en todo el ángulo. A pesar de que habían arreglado el partido con el árbitro, ese golazo fue impresionante. Lo reconozco que fue tremendo gol. Gané varios torneos y también torneos relámpagos, en los que siempre pedía patear el quinto penalti, porque es donde hay más presión y la gente se pone un poco más nerviosa. Recuerdo que varias veces, decidí el relámpago. Me acuerdo de un entrenador que cuando salió el quinto penalty para decidir, dijo que “si Marcano lo va a patear, vámonos que ya perdimos”. Y efectivamente. En otra oportunidad, en el relámpago, me toca el quinto penal para decidir y el entrenador brasilero del rival, gran amigo mío, mi hermano del alma que había jugado la temporada pasada con él, pero me había sentado en un partido y estaba molesto con él. Me gritaba: “Marcano, Marcano, no me vayas a matar”. Y por supuesto, los maté también. Esas anécdotas fueron tremendas. Muchos de los entrenadores de esos equipos habían jugado fútbol profesional conmigo y éramos amigos. Como ellos ya estaban retirados, pensaban que yo, por la edad, tenía que retirarme. Inclusive, había un jugador menor que yo que me decía: “te voy a guardar para el segundo tiempo”. Un día fuimos 10 jugadores y por supuesto, tuve que jugar desde el principio. Al final del juego, me dijo: “Marcano, usted aguanta todo el partido”. A partir de ese momento, él me llamaba personalmente para asegurarse que fuera a los partidos. Bueno, son cosas que pasan y formas de pensar de cada uno. Los directivos del Ibérico me hicieron muchos homenajes, me entregaron varias placas, diplomas, me hicieron un torneo a nombre mío; me llamaron en varias ocasiones para que los acompañara en las inauguraciones de los torneos, y por supuesto, los acompañé. Con el fútbol, dejé regados grandes amigos. ¡Qué grandes amigos hace el fútbol! Son amigos para toda la vida y los que fueron mis enemigos en esos momentos, hoy en día son mis amigos. Dios los bendiga y que viva el fútbol.
Antonio Marcano Consejo Editorial Rafael Lastra
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